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miércoles, 28 de junio de 2017

3 claves para superar las bajas pasiones y purificar el corazón


Las bajas pasiones son aquellos hábitos pecaminosos que tenemos en nuestra vida y que deseamos vencer para purificar nuestro corazón.


Cada día puede ser una oportunidad para crecer y ser libres del pecado, acercándonos a Dios. El día de hoy se convierte en el campo de batalla en el que hacemos la guerra con nuestras propias pasiones: la codicia, la envidia, la ira, la lujuria, y muchas otras.
En el Oriente Cristiano se utiliza la palabra "pasiones" para llamar a los diferentes tipos de pecados y disposiciones habituales, tanto grandes como pequeños.
La primera de las tres etapas de la vida espiritual es superar estas pasiones o, hablando de forma más práctica, situarnos en el proceso de superación de las mismas, y dedicarnos continuamente a la purificación del corazón.
Esto parece una tarea de enormes proporciones y en cierto sentido, lo es. ¿Cómo puedo eliminar hábitos pecaminosos que han estado conmigo desde mi juventud, o todos los nuevos hábitos pecaminosos que he adquirido con los años?
Hay esperanza de que estas pasiones se pueden superar tomando en cuenta que:

1.- La Voluntad de Dios es que venzamos el pecado

Dios está presente para nosotros en todo momento, Él es todopoderoso y todo amor, el perdón de Dios está siempre disponible para nosotros.

No importa cuántas veces nos caigamos, cuando volvamos a levantarnos, Dios estará esperándonos con los brazos abiertos para abrazarnos. Jesús nos dice, a través del Evangelio de Mateo:
"El Padre del Cielo no quiere que se pierda ni tan solo uno de estos pequeñitos" (Mateo 18,14)

Mientras que San Pablo nos dice que:
"El pecado paga un salario y es la muerte" (Romanos 6,23).

Jesús nos revela que Dios no quiere que nosotros permanezcamos en nuestro pecado que lleva a la muerte, sino que quiere que tengamos vida en abundancia a través de la unión con Él en la vida eterna.
Si Dios que es todopoderoso y lleno de amor hacia nosotros, que es capaz de hacer cualquier cosa y nos acompaña siempre, desea que eliminemos las pasiones de nuestros corazones, entonces, debe ser posible.

2.- La Naturaleza Humana es esencialmente buena

Dios creó a la humanidad, y después de que Dios había formado la joya de Su creación, vio que todo lo que había hecho "era muy bueno" (Génesis 1,31).
Estamos formados y diseñados por la mano de un Dios bueno y amoroso; Jesús nos dice que Él incluso sabe el número de cabellos de nuestra cabeza (cf. Mateo 10,30).
Dios no crea nada mal, por lo que nuestra naturaleza humana, nuestra verdadera naturaleza humana, incluso si está enterrada debajo de generaciones de maldad (comenzando con Adán y Eva), es realmente buena.
Es nuestra verdadera naturaleza, la verdadera esencia de la que fuimos creados, estar libre de pasiones, estar libre de pecado.
Según nos relata el libro del Génesis, el orgullo y la desobediencia a Dios se introdujeron como una reacción "pasiva" a los impulsos de la serpiente. En el Oriente cristiano, el estado de la naturaleza humana antes de la caída de Adán y Eva, es a menudo llamado el "estado primordial."
Para nosotros, liberar nuestros corazones y vidas de las pasiones, es recuperar nuestro estado natural: el verdadero estado en el que Dios nos creó para vivir.

3.- La sabiduría de la Iglesia brinda medios de ayuda.

En los últimos dos mil años, construida sobre la revelación del Dios Padre a través de Jesús, la Iglesia ha desarrollado una rica psicoterapia espiritual. Este amplio y completa "terapia", se evidencia en las ricas y fructíferas vidas de los santos.

La santificación del tiempo, a través de los ciclos litúrgicos de ayuno y de celebraciones, nos permite avanzar en la autodisciplina en algunos momentos, y regocijarnos en la alegría de otros.
Las Escrituras, los escritos de los Padres de la Iglesia y las historias de las vidas de los santos, se han convertido para nosotros en un cuerpo de literatura que da orientación e inspiración; estos escritos dan testimonio de la verdadera vida ofrecida por nuestro Señor: una vida libre de las pasiones.
La participación en los sacramentos, que son medios visibles a la gracia invisible, permite que nos comuniquemos con Dios semanalmente (y mejor, diariamente) en la Eucaristía, y en las etapas más importantes de la vida.

La Iglesia, en su sabiduría, nos enseña a someter nuestras vidas a nuestras conciencias, a proteger nuestros sentidos, a buscar la voluntad de Dios, a rezar continuamente, a sumergirnos en las Escrituras, a dar a los pobres, y a emplear un sinnúmero de otras prácticas antiguas y venerables que nos van liberando progresivamente de la cárcel de las prisiones.
Con la ayuda de Dios, podemos integrar la disciplina que nos enseña la Iglesia en nuestra vida cotidiana, con el fin de preparar nuestros corazones para el don de las últimas etapas de la vida espiritual: la unión con Dios.

¡No perder la esperanza!

Hay un dicho de los Padres del Desierto del siglo IV en Egipto, que circula de manera anecdótica entre los cristianos de Oriente:
A un monje le preguntaron: "¿qué haces durante todo el día?", y la respuesta del monje fue: "nos caemos y nos levantamos, nos caemos y nos levantamos, nos caemos y nos levantamos".
El monje hacía referencia en sentido literal a las innumerables postraciones realizadas por los primeros monjes, donde el cristiano caía literalmente ante Dios en adoración.
Al mismo tiempo, el dicho se puede interpretar en el sentido de que la vida del monje se basa en caer en el pecado a causa de las pasiones, pero siempre va seguido de levantarse en el arrepentimiento y volverse hacia Dios, una y otra vez.
Si incluso el monje, que vive una vida de trabajo continuo y de oración sin las distracciones de la vida secular, puede caer en el pecado, entonces no deberíamos sorprendernos por nuestros propios defectos.
No hay razón para perder la esperanza:
"Dios no se cansa de perdonarnos", puede que nosotros no nos cansemos de volver a Él. (Papa Francisco, Evangelii Gaudium)

Adaptación y traducción por Andrea Pérez de Quero para PildorasdeFe.net, del artículo publicado en: Catholic Exchange, autor: Thomas Moses

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